Haciendas en Campeche

Estas hermosas Haciendas en Campeche, que llegaron a poseer miles de hectáreas y que trajeron a México, millones de dólares y generaron enormes beneficios y colosales fortunas, eran auténticas ciudades de las que nunca se salía y en las que incluso circulaba una moneda propia, con la efigie de la hacienda acuñada en ella.

Pero la historia de las haciendas, está estrechamente ligada a un cultivo específico: el henequén (Agave fourcroydes lemaire). Originario del área oriental de la península de Yucatán, es una planta de zonas áridas de la familia de las agaváceas, de hojas lanceoladas, angostas, rígidas, planas y grisáceas que miden de 8 a 12 cm de ancho y de 1.25 a 2.50 m de largo, con una espina terminal oscura y dientes o espinas marginales triangulares en todo el borde. Estas hojas se hallan dispuestas alrededor de un tronco que mide de 2 a 3 m de diámetro y hasta 2 m de altura.

La planta vive alrededor de veinticinco años y, durante los siete primeros, está en etapa de desarrollo, a partir de la cual y durante quince años más, brinda generosa sus mayores pencas para que de ellas se extraiga la fibra. A un lado de la mata nacen sus vástagos, que aseguran la preservación del agave; y del centro de las pencas surge el varajón, que florece justo cuando anuncia su muerte.

El soskil (nombre maya de la fibra del henequén), fue hasta el siglo XIX, un producto de poca importancia económica y su producción era muy inferior a la del maíz, la caña de azúcar o el algodón. Los mayas y sus descendientes, al igual que lo habían hecho durante la época prehispánica y la etapa colonial, usaban la fibra para la elaboración de hamacas, cuerdas, calabrotes, sacos, bolsas y prendas de vestir; y la planta viva para formar cercas de protección alrededor de las casas.

El auge económico del henequén es relativamente reciente, pues es a partir de la guerra de castas en 1850 que comenzó su explotación en gran escala. Al extenderse la guerra, acabó con la economía agrícola de la región, mientras que los estadounidenses entendieron la importancia de la resistente fibra vegetal y aportaron el financiamiento necesario para que el cultivo del agave pudiera desarrollarse.

Desde esa época y a medida que iba en aumento la demanda de los países importadores (Estados Unidos, Francia e Inglaterra), en todas las haciendas se empezó a sembrar el henequén en grandes cantidades.